19/07/2025
En los anales de la historia antigua, pocas figuras son tan enigmáticas y controvertidas como Semíramis, la consorte del legendario Nimrod. Su nombre resuena con poder, intriga y una audaz proclamación que la elevó por encima de lo meramente humano: la de ser la “Madre de los dioses”. Esta afirmación, nacida en la cuna de la civilización, la antigua Mesopotamia, no solo sentó las bases de un culto milenario, sino que también, según ciertos estudios, dejó una marca indeleble en las creencias religiosas que perduran hasta nuestros días. Para comprender la magnitud de su influencia, es imperativo desentrañar el contexto en el que Nimrod y Semíramis emergieron como figuras centrales de un nuevo orden mundial post-diluviano, un orden que desafiaría las nociones preestablecidas de divinidad y poder.

La llanura de Sinar, en la región conocida como Sumeria y Caldea, entre los majestuosos ríos Tigris y Éufrates, fue el escenario donde se gestó una de las civilizaciones más antiguas y, para algunos, la primera en desafiar los designios divinos. Este territorio, que con el tiempo daría lugar a Siria, Babilonia y Persia, y que hoy comparten Irán e Irak, fue el crisol donde Nimrod, biznieto de Noé por la línea de Cam y Cus, se erigió como una figura sin precedentes. Génesis 10:8-9 lo describe como el “primer poderoso en la tierra” y un “vigoroso cazador delante de Jehová”. Lejos de ser un elogio, esta última frase, según interpretaciones eruditas, sugiere una confrontación, una actitud de insumisión frente al Creador. Su nombre, derivado del hebreo “Gibor” o “Marad”, evoca el significado de “tirano”, “rebelde” o “nos rebelaremos”, denotando una resistencia violenta contra Dios. Nimrod no solo fue un cazador de bestias, sino un organizador de gentes, un caudillo-rey-dictador que fundó las primeras ciudades y reinos, entre ellas Babel y la futura capital asiria, Nínive, cuyo nombre se deriva de “Nina”, una diosa que más tarde sería conocida como Ishtar.
Fue en este contexto de ascendente poder y desafío que Semíramis, la esposa de Nimrod, emergió con una pretensión aún más audaz. Tras la muerte de Nimrod, un evento que la historia y la leyenda han envuelto en misterio, Semíramis se autoproclamó “Rhea”, un título que se traduce directamente como “Madre de los dioses”. Esta proclamación no era un mero capricho, sino la piedra angular de un culto idolátrico que buscaba legitimar su autoridad y la de su linaje. La figura de la “Madre de los dioses” se convertiría en un distintivo recurrente en los anales de la humanidad, una arquetipo de la deidad femenina suprema que daría a luz a todas las demás divinidades.
La influencia de Semíramis no se detuvo en su autoproclamación. El legado de Nimrod, ya fallecido pero elevado a la categoría de deidad, se conoció como “Baal”, que significa “Señor” o “Amo”, o “Kronos” para los griegos, y “Saturno” para los romanos. Siendo Semíramis la esposa de Baal, su título natural sería “Baalti”. Es aquí donde la conexión lingüística y teológica se vuelve asombrosa y, para muchos, profundamente reveladora. Traducido al latín, “Baalti” significa “Mea Domina”, y al italiano, ¡“Madonna”! Este vínculo lingüístico, para algunos investigadores, forja un enlace innegable entre la antiquísima diosa madre Baalti (Semíramis) y la “Madona” del catolicismo romano. La veneración a la Virgen María, a menudo referida como “la Madona”, y el fervor que a veces supera la adoración a Cristo, es visto por algunos estudiosos como una continuación, quizás inadvertida, del antiguo concepto idolátrico de una poderosa diosa madre pagana originado en Sumeria-Caldea.
Un elemento crucial en la narrativa de Semíramis es su hijo, Tammuz. Semíramis aseguró que Tammuz había nacido de una forma milagrosa, y lo proclamó como la reencarnación de Nimrod. Los escritores clásicos identificaron a Tammuz con “Bacus”, cuyo nombre significa “Hijo lamentado” o “hijo de sufrimiento”. La similitud entre Tammuz y Jesucristo es, para algunos, sorprendente: ambos nacidos de forma milagrosa y ambos asociados con el concepto de un “hijo lamentado”. Sin embargo, la distinción fundamental radica en su origen y su propósito. Tammuz, nacido de una mujer que se atrevió a llamarse “Madre de los dioses”, es, para los defensores de esta teoría, el falso “mesías”, el antagonista de la profecía de Génesis 3:15, que es plenamente cumplida por Jesucristo.
La ambición de Nimrod y Semíramis no se limitó a la fundación de reinos y la institucionalización de cultos; también se les asocia con una de las construcciones más infames de la antigüedad: la Torre de Babel. Edificada en la “tierra de Sinar”, donde su reino comenzó, esta torre se convirtió en un símbolo inconfundible de la idolatría y la soberbia humana. Contrario a la imagen popular de una torre cilíndrica, se teoriza que la “torre de Babel” era un “zigurat”, una construcción piramidal escalonada, similar a las pirámides de Egipto o incluso a las halladas en Centro y Sudamérica. La sorprendente similitud en la arquitectura piramidal a través de continentes separados por miles de kilómetros de mar y tierra es explicada por la dispersión de los seres humanos desde Babel, llevando consigo el diseño y el propósito de esta monumental estructura. Este hecho, para muchos, es una poderosa confirmación de la veracidad del relato de Génesis 11:9, donde se narra cómo Dios “esparció sobre la faz de toda la tierra” a aquellos que intentaron construir la torre.
El concepto de una madre intercesora, tan prominente en el catolicismo romano, encuentra un paralelismo asombroso en la antigua Sumeria. Allí se adoraba a la diosa “Ninkarsag”, a quien se le conocía como la “Madre Dolorosa”. Se creía que esta deidad intercedía entre los seres humanos y los “dioses duros”, quienes tendían a tratar con aspereza a la humanidad. El concepto católico romano de una “madre intercesora”, encarnado en la “Virgen María”, es notablemente similar al de Ninkarsag. Para muchos católicos, la Virgen María es percibida como más tierna, comprensiva y compasiva que Dios Padre o incluso que Jesucristo, lo que lleva a una tendencia a apelar más a ella que al propio Cristo. Sin embargo, la enseñanza bíblica es clara al respecto: “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
Desde tiempos remotos, la historia revela un patrón de poder religioso y político entrelazado. En Sumeria, los sacerdotes no solo eran la clase más rica y poderosa en las ciudades, sino que en gran medida constituían el gobierno. Las grandes ciudades sumerias estaban organizadas alrededor de templos y burocracias sacerdotales. Este modelo de una autoridad religiosa centralizada que ejerce control sobre la sociedad, la política e incluso la economía, es un eco que, para algunos, resuena en la estructura de la Iglesia Católica Romana. Allí donde ha alcanzado poder, ya sea en Italia, España, México o Sudamérica, se encuentra una catedral o capilla católica en el centro mismo de ciudades y pueblos, desde cuyo recinto “sagrado” el clero ha buscado controlar no solo almas, sino también la política y la economía, logrando imponer su voluntad en amplios sectores de la sociedad.
Preguntas Frecuentes sobre Semíramis y su Legado
A continuación, abordamos algunas de las interrogantes más comunes que surgen al explorar la figura de Semíramis y su impacto histórico y religioso.
¿Quién fue Semíramis y por qué es importante?
Semíramis fue, según la tradición, la esposa de Nimrod, el primer gobernante poderoso después del Diluvio. Su importancia radica en que se proclamó a sí misma “Rhea” o “Madre de los dioses”, sentando las bases de un culto a la diosa madre que, según algunas teorías, ha influido en diversas religiones y mitologías a lo largo de la historia.
¿Qué significa el título “Madre de los dioses”?
El título “Madre de los dioses” implica que la figura que lo ostenta es la fuente o progenitora de todas las demás deidades. En el caso de Semíramis, fue una autoproclamación que buscaba legitimar su estatus divino y el de su descendencia, especialmente su hijo Tammuz, a quien presentó como una reencarnación milagrosa de Nimrod.
¿Cuál fue el papel de Nimrod en la historia antigua?
Nimrod es descrito en la Biblia como un “vigoroso cazador delante de Jehová” y el “primer poderoso en la tierra”. Fue un caudillo-rey que fundó las primeras ciudades y reinos post-diluvianos, incluyendo Babel y Nínive. Su figura es asociada con la rebelión contra Dios y el establecimiento de un poder humano centralizado.
¿Existe alguna relación entre Semíramis y la Torre de Babel?
Sí, según algunas leyendas antiguas, Nimrod y Semíramis tomaron la iniciativa en la construcción de la Torre de Babel en la tierra de Sinar. Esta torre, que se cree era un zigurat piramidal, simbolizó la soberbia humana y la idolatría, y su construcción llevó a la dispersión de las lenguas y los pueblos.
¿Cómo se conecta Semíramis con el concepto de “Madona” o la Virgen María?
Algunos estudiosos postulan una conexión lingüística y conceptual. El título de Semíramis como esposa de Baal (Señor) era “Baalti”. “Baalti” se traduce al latín como “Mea Domina” y al italiano como “Madonna”. Esta similitud, sumada al rol de Semíramis como “Madre de los dioses” y la “Madre Dolorosa” (Ninkarsag), es interpretada por ciertos teólogos como una influencia pagana en la veneración a la Virgen María en el catolicismo romano, donde se le da el título de “Madona” y un rol de intercesora.
En síntesis, la figura de Semíramis, la autoproclamada “Madre de los dioses”, junto a Nimrod y la ambiciosa empresa de la Torre de Babel, representa un capítulo fundamental en la historia de la civilización y la religión. Desde los fértiles valles de Mesopotamia hasta las estructuras piramidales que salpican el globo, y desde los antiguos cultos a diosas madres hasta las prácticas religiosas contemporáneas, la huella de estos personajes y sus creencias es, para muchos, innegable. La persistencia de conceptos como la “madre intercesora” o la “Madona” a través de los milenios invita a la reflexión profunda sobre cómo las ideas y los arquetipos religiosos pueden trascender épocas y culturas, dejando un legado que sigue vivo en el imaginario colectivo de la humanidad.
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